Por: Juan Carlos Mosquera Viveros
Pero vamos al punto clave. A mí y estoy seguro a ustedes también, no nos ha quedado muy claro qué es eso de “persona de bien”. Se me pasan por la mente algunas definiciones simples: dícese de las personas que en su saber y entender, el país está muy bien y no hay nada por qué reclamar; individuo o grupo de individuos que viven en el sector residencial de mayor estrato de cada ciudad, pueblo o vereda entre privilegios ¡vaya uno a saber cómo los consiguieron! Persona o personas de “clase alta criolla” que se dicen así por tener tarjetas de crédito, casa, carro, fierros y comen tres, cuatro y cinco veces al día.
En fin, podría seguir intentando definir tal adefesio en un país con una de las tasas de desigualdad más altas en américa latina y el mundo y no terminaría. Pero en cada región, ciudad o departamento existen las “personas de bien”. Ponen alcaldes, tienen negocios, están en la política, les meten mano a los presupuestos y hacen lo que se les da la gana. En todo caso, lo que quedó claro después del bochornoso acto en Cali es que, si te haces llamar persona de bien seguramente es porque estás entre esas definiciones y en esos niveles de pensamiento y concepción de sí mismo. Pero para llegar al fondo de la cuestión, les cuento algo. Hoy me anduve la ciudad (Tuluá Valle del Cuca) esta zona que se conoce como el “Corazón del Valle” donde el monopolio de la caña de azúcar hace de las suyas y pude apreciar que todo vuelve a la normalidad, como lo anunciaron algunos mandatarios regionales, como los alcaldes de Tuluá y Riofrío en sus respectivos canales de comunicación y redes sociales.
Y al mejor estilo socrático me pregunté ¿qué es normalidad según estos mandatarios? Pues bien, bajando desde la carrera 40, mirando a mi izquierda y derecha sobre la calle sarmiento y la calle 26 (subiendo), efectivamente empecé a notar: en, la entrada de algunas EPS y hospitales filas enormes (seguramente esperando la entrega de algún medicamento o sacar una cita médica). Ví en cada semáforo a un artista callejero mostrando algún talento con pelotas, baile, machetes, etc., señoras con bebés en brazos estirando la mano al transeúnte, el señor que se adueñó de un pedacito de calle para que aquel que parquee de afán ponerle un cartón, la señora de los chontaduros pelados con sal y miel; vi al señor de la carretilla, al vendedor de medias, tapabocas, alcohol, lotería y boletas, al animador. Vi al joven vendedor de tenis, al motorratón, al cotero, empacador, al embolador; vi al anciano tendido en el andén y al indígena indigente, todos ellos con algo en común: rebuscarse lo del desayuno, el almuerzo, la papita como dicen algunos.
Del otro costado pude ver los grandes almacenes abarrotados de personas haciendo compras de pánico, porque como se rumora “el paro no para y se puede agravar”. Máxime porque las últimas jornadas además de violentas, tuvieron un ingrediente más con las declaraciones presidenciales sobre despejar las vías con despliegue de fuerza pública antes que dialogar. En todo caso, para las “gentes de bien” todo entra en normalidad. Y es justo en esa normalidad donde radica el descontento social que hoy congestiona las calles y hace convulsionar al país. La razón es que hay un cansancio y repudio generalizado por esa mal llamada normalidad; en tanto que la gente ya no quiere vivir más en esa condición y desea soñar, buscar salir del semáforo, del andén, de la miseria. Y para ello se ha puesto en tela de juicio el actuar de quienes fueron elegidos para gobernar y su papel en ese “vivir bien o vivir mal” en un país donde algunos aspiran a vivir por siempre de los privilegios; con la obscenidad de la corrupción, el hampa, el traqueteo.
De ahí pues que “los de bien” hoy vean menguados sus ingresos con un paro de más de 20 días y salgan de sus casonas a dar plomo como lo afirmaron y demostraron. De paso, dejaron claro que esa normalidad, la misma que observé en mi recorrido por la ciudad y que es fiel reflejo de lo que acontece en Bogotá, cali, Medellín, Quibdó, y en toda la geografía colombiana, esa es la normalidad que les sirve, pues en la miseria, el rebusque, el desespero por ganarse lo de “la papita” o mantener el “puestico” es lo que les permite llegar cada cuatro años con un tamal y una presa de pollo a comprar esas conciencias espíritus hambrientos bajo la promesa de cambio. Y así, como un fetiche conservar el poder, resguardándose en la fuerza pública, que mal o bien hacen su parte y toman su tajada. Desgraciadamente (y estoy convencido de eso) el desprestigio que le faltaba a nuestra patria era empezar a entendernos con la “gente de bien” cara a cara, porque ellos están dispuestos a matar con el discurso y la metralleta con tal de conservar el statu Quo o la vida improvisada y vanidosa que llevan. Eso fue lo que vimos todos. Ya veremos en qué para todo, pero lo que sí es cierto es que al fin se le vio la cara a esas gentes que se creen dueños de todo, hasta del suelo que pisamos.
Pregunto ¿ veremos la cara del fiscal, del presidente y los órganos de control; veremos a la Corte y los organismos internacionales pronunciarse respecto a la gente de bien? Amanecerá.
Acertiva apreciacion del contexto social de la gente "no de bien", la del rebusque, las de pocas o nulas oportunidades y las "de bien".
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