Empiezo estas líneas haciéndome estas
preguntas: ¿Qué tienen en común la científica y empresaria Mabel Torres,
premiada por la revista Portafolio como una emprendedora que le apuesta al uso
sostenible de la biodiversidad; Francia
Márquez, aguerrida líder social que defiende los territorios de las comunidades
afrocolombianas del pacífico sur; Jimmy García, hombre que impulsa la robótica
en el departamento del Chocó; y Paula Moreno, ex ministra de Cultura y
presidenta de la Corporación Manos Visibles?
¿Tendrá alguna relación las luchas de Sandra Hinestrosa, alta ejecutiva
de la empresa HP; Los Cantantes Junior Jein, Dinko Manute, Alexis Play, Goyo y Tostao;
la diseñadora de ropa Lía Samantha; Los movimientos afrofeministas de todo el
país; y los integrantes de los comités de los paros cívicos del Chocó y
Buenaventura?.
La respuestas a estos dos
interrogantes, es que además de que todas estas personas representan a la
comunidad afrocolombiana, establecen un nuevo escenario por la lucha de
reconocimiento y visibilidad de un pueblo oprimido. Pero no simplemente del
reconocimiento desde la perspectiva histórica, de la que también se hace
necesaria y no es menor defenderla, sino un activismo y nuevos liderazgos desde
el reconocimiento como ejercicio de revalorización de las prácticas cotidianas,
el desarrollo diferencial del pueblo afro, las oportunidades y participación de
esta comunidad en diferentes arenas de disputa, como la economía, la política, el
arte y la gestión (sea urbana o rural).
Este nuevo momento no solo está
vinculado a una trayectoria superficial y
a la consolidación de políticas públicas, es un ejercicio que promueve,
no una, sino múltiples trayectorias, que a mi modo de ver, pretenden el
bienestar de la diáspora africana que vive en Colombia pero desde diferentes
lógicas, y si bien, vienen haciendo luchas paralelas se presentan interfaces
que son fundamentales para este nuevo momento,
es decir, espacios de convergencia que legitiman lo que la población
desea en la actualidad, aunando esfuerzos para la generación de capacidades
desde diferentes ámbitos.
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El activismo en la costa pacífico ha sentado un presedente. Fotos: Cortesía |
Retornando al título, sobre el
nuevo activismo y los liderazgos, hay
que reconocer que hemos aprendido a promover discursos cada vez más
integradores y mejores relaciones con otros sectores de la sociedad, como el
caso de las luchas del Cauca en donde las poblaciones negras apoyaron enérgicamente
a las comunidades indígenas durante las protestas del pasado mes de noviembre; cuando los líderes sociales del paro cívico
del Chocó, se unieron a la lucha de los bonaverenses quienes alegaban
condiciones similares y la presencia estatal en ambos territorios, que además
fueron apoyados por otros sectores; también cuando se crean espacios como el
Mercado Cultural del Pacífico; o se unen los estudiantes, líderes de
comunidades negras y otras organizaciones para pedirle al Gobierno Nacional
acciones para la protección a los líderes sociales que están en riesgo o amenazados.
Algo que también hemos aprendido,
es que el acceso a la educación superior de calidad y a la educación técnica,
un legado que promovieron los docentes de la educación media y la clase media
afrocolombiana, que también permeó a las clases más humildes, se ha convertido
en uno de los eslabones de la nueva lucha de clases y la oportunidad de vigorizar
la masa crítica, pues como decía Nelson Mandela “la educación es el arma más potente para cambiar el mundo”. Y esto
lo ha entendido nuestra colectividad, de ahí surgen grandes programas para la
formación de estudiantes en las mejores universidades de Colombia y el mundo,
no solo para el ingreso a institutos
técnicos y universidades, sino escuelas de
posgrados con los más altos estándares, convirtiendo lo que ayer eran
relaciones asimétricas en relaciones más homogéneas y participando en espacios
que antes no se tenía acceso.
Otra de las manifestaciones que
ha tomado un nuevo aire, y que debo confesar que mucho de esto se debe a los
movimientos afrofeministas, las organizaciones afro urbanas y la aparición de
nuevos referentes, ha causado una revalorización de nuestra identidad y el
autoreconocimiento, como elemento fundamental para resignificar nuestro
pasado, sentirnos orgullos de nuestro
presente y que permite forjar un nuevo
mejor futuro. Ver a las mujeres negras luciendo sus afros con orgullo y poder
apreciar como las estéticas nuestras se
convierten en una tendencia, además de contar con movimientos sociales mucho
más fuertes y contar con personas como Mabel Lara, Richard Moreno, Aurora Vergara, entre otros,
son una prueba fehaciente que estamos llegando a lo más alto y que esto genera
una nueva construcción social, tanto de los afrocolombianos, como del resto de
la población. Claro está, no podemos reconocer con ello que no haya racismo en
nuestro País y que todo sea un cuento de Hadas.
Podría seguir exponiendo otras
acciones y lecciones aprendidas, que no solo abarcan nuestros ya afamados
logros en la economía naranja y los deportes, sino desde miradas menos
autárticas de los movimientos sociales, aprendiendo a valorar las luchas de los
demás en otros campos y apoyando las mismas, como el desarrollo, lo agrario, la
política, etc. No voy a negar que existan tensiones internas, y algunos que
cuestionan las luchas de los demás sectores, pero se hace necesario seguir
buscando esos espacios de convergencia para garantizar el nuevo orden de la
población afro del país.
Ese nuevo activismo negro, debe
pensar cómo puede crear sus propias lógicas de pensamiento, nuevas economías,
nuevos procesos de desarrollo, que también garanticen una postura crítica de
las masas y que como decía Frantz Fanon: “El
nuevo día que ya se apunta debe encontrarnos firmes, alertas y resueltos”,
y si no estamos preparados para esta Latinoamérica ávida de cambios, tendremos
muchos más años bajo la sombra de las clases dominantes.
José
Manuel Perea
Columnista
Agencia
de Noticias Niara
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