lunes, 16 de mayo de 2016

“No necesitamos que nadie nos salve, podemos hacerlo nosotros mismos”




David Dieye tiene 32 años y es representante del Sindicato de Vendedores Ambulantes de Barcelona. Hace diez que cruzó en patera el Océano Atlántico para llegar a las Islas Canarias. Dieye es el único de su familia que no es pescador. Era buen estudiante, pero dejó la escuela porque no quería agobiar a sus padres con el pago de los libros. Trabajó como albañil y jefe de obra hasta los 22 años, cuando abandonó Senegal. “El verdadero inmigrante es el que no vuelve porque no puede, porque no tiene papeles, porque no tiene alas”.

“En África no tenemos aeropuerto. El avión desciende y nosotros saltamos de él”. Esta fue la respuesta de David Dieye a un joven español que le preguntó si en Senegal tenían aeropuerto. “Y como este tópico, muchos más”.
“¿En África convivís con animales salvajes?”, otra pregunta. “Sí, en mi casa compartimos el salón con cinco leones, cuatro leopardos y tres elefantes”, contestó Dieye. “Cuando vivía en África pensaba que los europeos eran más inteligentes, pero con este tipo de cuestiones, no sé qué pensar”.
Dieye llegó a España en patera. Salió el 29 de mayo de 2006, un martes por la tarde. El senegalés siempre soñó con viajar a Europa. “En las noticias no muestran los problemas, sólo las cosas bonitas y de lujo como los campos de fútbol, los jugadores que ganan miles de euros en una semana, los hoteles, las playas. Si vives en África, tu sueño es viajar a Europa, aunque sea un día o dos.” Dieye afirma que de saber la vida que le esperaba en España, nunca hubiese tomado la decisión de coger esa patera.
Dieye tuvo que marchar hacia Europa ante la precariedad que vivía en su país, “que no es África, sino Senegal”. El sueño europeo con el que miles de jóvenes crecen se convirtió en una pesadilla cuando pisó “tierra blanca”. “Conocí el racismo en Europa. Nos llaman ilegales. Nos detienen. Nos esposan. Nos deportan. Nos insultan. No nos consideran seres humanos”.


La diferencia es notable cuando “el forastero” visita algún país africano. La cultura del continente se basa en la vida en comunidad y la ayuda al extranjero. Sin embargo, “en Europa, si eres negro y africano tienes una enfermedad mortal”, señala Dieye.
“Vienen las ONG con sus proyectos para salvar África. No necesitamos que nadie nos salve, podemos hacerlo nosotros mismos”. El joven considera los proyectos de las entidades como buenas iniciativas, pero que esconden la idea de concebir al africano como un inútil que no sabe organizarse. “No queremos que nadie construya una escuela en África, deseamos que Occidente deje de tratar a los africanos como seres inferiores. Que dejen de explotar nuestros recursos”.
Dieye no posee papeles, por lo tanto, no tiene derecho a la asistencia médica. “A las ONG se les llena la boca hablando de la buena labor médica que realizan en países de África, pero se olvidan de los cientos de africanos que no podemos ir al médico en Europa”.
“Y cuando puedes ir a la consulta, si eres africano, tienes ébola”. Dieye está cansado de repetir que lleva diez años sin pisar su continente. Aunque sea el procedimiento a seguir, “¿le harían la misma pregunta a un no-africano?”. 
Cuando el joven senegalés recorre las calles barcelonesas, es raro el día que no recibe miradas discriminatorias. “Si un africano es hippie, es un bandido, un narcotraficante. Tuve que cortar mi rasta porque me confundían con un vendedor de marihuana”. Además, “Si vistes bien, piensan que eres americano, porque un negro africano va en taparrabos”.
Dieye comenzó hace dos años a colaborar en el Espacio del Inmigrante en Barcelona, donde realiza diversas charlas para mostrar al mundo la realidad de los africanos migrantes. “Las personas se sorprenden porque se hablar muy bien español”, comenta el joven. “Los africanos no somos tontos, ni tenemos un coeficiente intelectual menor”.
“El gran problema de los tópicos recae en el escaso interés de la educación por tratar temas sobre África”, comenta el joven. En las escuelas no se enseña la historia del continente, ni la cultura de sus pueblos. “Es muy triste que África quede relegada al niño muerto de hambre, leones, guerras de machetes y negros en taparrabos”.

Marta Saiz Merino es periodista freelance y alumna del  Máster de Comunicación en Conflictos Armados, Paz y Movimientos Sociales de la Universidad Autónoma de Barcelona

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