Cartago.-
La presentación en el
Festival de Cannes de la película Mandelas’s Gun, en la que se revela el
testimonio de un ex agente de la CIA que confiesa que esa agencia estuvo detrás
del arresto de Nelson Mandela en 1962, pone sobre el tapete una reflexión que
plantea una relación entre las estratagemas de infiltración y
contrainteligencia, diseñadas por la CIA para frenar la irrupción de los
movimientos afrodescendientes en el mundo, teniendo como punta de lanza los
medios de comunicación.
Este hecho no es aislado, la
historia evidencia que esta agencia estadounidense también siguió al dedillo
los pasos del movimiento de las Panteras Negras que representó una lucha contra
el poder dominante que enajena, secuestra y permea los demás poderes de la
sociedad.
Los medios de comunicación como
aliados del sistema, amplificaron los resultados de la estrategia de
contrainteligencia contra las PN, cuyo objetivo era dividir para reinar. A
través de su agenda mediática, la prensa, la radio y la televisión con su
capacidad de crear falsas consciencias,
bombardearon las creeencias de televidentes afroestadounidenses y
blancos para apoyar el desprestigio de la organización que por supuesto
internamente sucumbió ante el ataque sistemático del establecimiento.
Sobre el caso Mandela
John Irvin, es el director de la
película Mandelas’s Gun, quien narra la historia de Donald Rickard, ex agente
de la CIA quien entre otros aspectos revela que el líder africano fue detenido en
instantes en que se trasladaba disfrazado de chofer a bordo de un vehículo con
rumbo desde Johannesburgo a Durban.
El
testimonio de Rickard fue grabado por el cineasta, y devela que el arresto se
produjo gracias a las informaciones obtenidas por sus contactos internos del
Congreso Nacional Africano y que luego trasmitió a la policía como brazo
ejecutor de las políticas de la CIA. Adicionalmente, no emerge ningún remordimiento ni arrepentimiento: para el agente de la
CIA, Mandela habría sido en aquella época “un juguete de los soviéticos”, uno
que “se definía democrático, pero mentía y estaba orgulloso de ser comunista,
uno que “tuvo que ser detenido” antes de dar vida a “una ola de guerrillas”, a
“una revolución que habría abierto el camino” a una misteriosa “intervención
rusa”.
Es importante señalar que
el completo cubrimiento de los medios de comunicación sobre las actividades
realizadas por estos movimientos, más que responder al principio de
imparcialidad noticiosa, las documentaron como una especie de diario del que
guardaron dos copias, una para sus registros y otra para las agencias del
estado como la CIA y el FBI. Actuaron además, como un sistema de rastreo y
detección subvencionado.
Con esto no se busca
satanizar a los medios de comunicación como mecanismos de expresión, pues
precisamente a través de ellos, específicamente de la prensa, las Panteras Negras lograron difundir sus líneas
de acción estratégica, social, política, ideologías y posiciones frente al
sistema.
Imprimir tirajes superiores
a los 3 mil ejemplares, no es una cifra de poca monta ni de bajo impacto.
Fueron millones las personas permeadas por los mensajes que despertaron
sentimientos como orgullo y dignidad por su ascendencia africana.
Para finalizar este
artículo, la reflexión de Alejandro Pizarroso se amolda a lo planteado:
“Siempre se ha intentado intimidar al enemigo, exagerar la propia fuerza, sembrar
discordias, difundir informaciones falsas, mantener la moral de las propias
tropas, etc. Quizá en tiempos de guerra o de conflictos agudos es cuando la
propaganda alcanza sus cumbres más brillantes”.
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